jueves, 1 de junio de 2006

Retrato de Malasia


Malasia ya quedó atrás, con sus playas de arena blanca, sus mezquitas, sus selvas, sus islas paradisíacas, su excelente comida, sus plantaciones de palma de aceite y su amable gente: malayos y chinos. Y es que la mitad de la población de Malasia es de origen chino, la mayoría llegados a mediados del siglo XIX. Son muy fáciles de reconocer, no sólo por sus ojos rasgados, sino porque son los que regentan los negocios, y allí es donde los hemos conocido. Al principio miran con indiferencia, ya que están enfrascados en sus cuentas, pero, si tiras del hilo, descubres que tienen muchas historias que contar, sobre todo si te interesas por alguno de los artículos que ofrecen. Sus multicolores templos salpican la geografía malaya, pero creo que frecuentan más las asociaciones de clanes y salas de juego, donde se los puede ver jugando al "mah-jong", arropados por los retratos de los antepasados y socios ilustres.

Los malayos, en cambio, te los encuentras en cualquier otro lugar, siempre que esté bien guarecido del pesado sol y sirvan buen té. Allí te esperan con mirada desconfiada. La sensación es parecida a la que teníamos las primeras veces que entramos a una mezquita -que en este país son obligadas en cada pueblo-, como que un movimiento en falso o una desconocida regla transgredida pueden acarrearnos una reprimenda; la sensación de estar en un lugar hostil, al que no pertenecemos.

Pero esto no son más que tópicos, sospechas infundadas, y los malayos esconden la más bonita de las sonrisas detrás de nuestro velo de desconfianza. Son un pueblo muy acogedor, siempre con ganas de agradar y sobre todo de pasar un buen rato, relajarse y disfrutar del momento.
En definitiva; es un país que no debéis dejar de visitar, no sólo por su clima, playas, templos, comida y selvas, sino también por las personas que lo habitan.


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