
Cualquiera que haya venido a Tailandia sabe el cariño que profesan los tailandeses a su rey, cuyo retrato adorna las rotondas, edificios oficiales y prácticamente todas las casas, tiendas, talleres y cafeterías, desde donde mira en lontananza con unos ojos que, detrás de unas grandísimas gafas, parecen serios y tristones a la vez. La razón la desconozco, quizá sea por las dificultades que ha pasado su país, quizás porque no quería ser rey, o porque no le gustan las gafas horteras que lleva, pero de lo que estoy seguro es que no es por no sentirse querido por su pueblo.
El día que llegamos a Bangkok era el 60º aniversario del reinado de Bhumibol, y era una explosión de color amarillo, el color del rey. Todo el mundo vestía de amarillo, banderas amarillas acompañaban a la bandera tailandesa por doquier, flores amarillas plantadas en los parques y avenidas...; vamos, que seguramente todos los teatros estarían cerrados; por lo de la mala suerte, digo. Pero había otros espectáculos, como por ejemplo el desfile de la barcaza real por el río, un acontecimiento que rara vez ocurre y que muchísimos tailandeses siguieron en vivo, y los demás por televisión. El ambiente era parecido al día de Celedón, cuando los gasteiztarras vamos a la Plaza de la Virgen Blanca a apretujarnos y sufrir los elementos para celebrar que empiezan las fiestas. Aquí también se respiraba ese ambiente de fiesta, con gente andando todos en la misma dirección y luchando por los mejores sitios, aunque sin puros ni champán. Las esquinas de las calles estaban ocupadas por unos contentísimos vendedores de prendas amarillas y retratos de la familia real, que estaban haciendo su agosto.






We arrived to Bangkok on the 60th anniversary of the enthronement of KingBhumibol, and everything turned yellow, the color of the king. People was wearing yellow, yellow flags were side by side with the Thai flag everywhere and even yellow flowers were planted in parks and alleys.
In the afternoon the royal barge was going to sail the Chao Phraya river so many people crowded the shores waiting, in a very festive atmosphere that remained me the festival of my town. At night Thais from all over the country gathered on the Democracy Monument to celebrate. It became a photographic orgy, everybody taking pictures with their friends and relatives and shooting each other while jazz tunes, the King's favorite, flooded the atmosphere.
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