domingo, 11 de junio de 2006

Prachuab Khiri Khan: fin de semana dominguero


La distancia entre Phuket y Bangkok nos pareció demasiado larga para recorrerla de una vez, así que miramos en el mapa un lugar a medio camino, del que no hubiésemos oído hablar nunca. Prachuab Khiri Khan sonaba totalmente desconocido y prometía mucho: una bahía formada por tres playas, pocos turistas, buena comida... No nos decepcionó en absoluto. La bahía hacía que "La Concha" pareciera una cala y la comida no tenía nada que envidiar a los pinchos de la Parte Vieja donostiarra. Turistas había muchos, pero todos tailandeses; de hecho, este pueblo es un destino playero muy apreciado entre ellos. Una de las consecuencias es que los precios son mucho más bajos que en el resto de los lugares donde van los guiris, así que nos atiborramos a marisco en las cenas.

La otra consecuencia es que nadie hablaba inglés. Por ejemplo, el dueño del hotel donde nos hospedábamos yo creo que solo sabía decir “big”, “small”, “water” y contar hasta cinco, ¡ah! y “monkey-mafia”. Utilizó estas palabras para describir a los monos que habitan (infestan) una colina con un templo en la cima, que nosotros teníamos intención de visitar. A los pies de la colina vendían plátanos y cacahuetes para dar a los monos, que, aprovechando que no tienen que perder tiempo buscando comida, se dedican a otras necesidades primarias, por lo que hay cientos de ellos. Yo pensaba que el viejecillo era un poco exagerado, y así pensé hasta que uno de ellos intentó robarle la botella de agua a Susana, y, al no poder hacerlo, nos enseñó unos larguísimos y afilados colmillos. En ese momento pasaron muchas cosas por mi cabeza, como granadas en forma de plátano, metralletas, pánico, “¡Susana, dame el casco de la moto!” -esto creo que lo dije en alto-, todo ello mientras corríamos a lugar seguro. Pero sobre todo me acordaba del momento en Singapur en el que decidimos que la vacuna para la rabia era demasiado cara y que ya tendríamos cuidado con que no nos mordiese nada. En la puerta nos esperaba el mismísimo Corleone de los macacos y sus parientes sicilianos, por lo que a la desesperada pedimos ayuda al único monje que había en el templo, quien nos dio un palo. Yo pensé que era para arrearles, pero él me dijo, con señas, que era para dar golpes en el suelo. Para nuestra sorpresa, funcionó a las mil maravillas y salimos como si del día de Santa Agueda se tratase, dando golpes regularmente en el suelo. Si los carabinieri supiesen este truco...

Otra atracción mucho más segura de visitar es la base militar de las Fuerzas Aéreas Tailandesas, que ocupa un idílico lugar entre dos bahías paradisíacas. Susana dice que le recuerda a las películas que tanto le gustan a su padre como "El puente sobre el río Kwai" o "Tora, Tora, Tora".

Era como andar por un set de un rodaje, con la diferencia de que aquí se luchó en la Segunda Guerra Mundial. Los japoneses necesitaban pasar por Tailandia para luchar contra los ingleses en Birmania y en Malasia, y los tailandeses, con tal de no ser invadidos, decidieron firmar un tratado por el cual dejaban paso a los japoneses a cambio de una especie de soberanía nacional. De hecho, la diplomacia tailandesa siempre ha conseguido mantener su país soberano, a veces haciendo dolorosas concesiones, y es el único país del sudeste asiático que no ha sido jamás colonizado, mientras que los demás se los repartían ingleses y franceses. El único lugar donde plantaron cara durante un par de días al ejército nipón fue aquí, y, como decía la placa explicativa del museo, para los tailandeses es una prueba de su capacidad de defenderse, si es necesario. Sobra decir que los japoneses los aplastaron.
En definitiva, un par de días inolvidables, disfrutando junto a los tailandeses de la playa y del sol, ya que el monzón parecía muy ocupado y no nos visitó esta ez. Fue muy bonito ver a la gente local disfrutando del domingueo, que básicamente es igual que allí en nuestra tierra: juntarse con los amigos y familiares para divertirse, relajarse a la sombra, comer hasta reventar (aquí con mucho más picante que allí), y mantener acaloradas conversaciones sobre temas que se me escapaban, pero seguro que sería sobre política o fútbol, bien regadas con whisky con soda; eso si, que por aquí les encanta.

We decided to stop somewhere unknown to us mid-distance between Phuket and Bangkok to avoid an over twelve hours journey, so we stopped in Prachuab Khiri Khan. There was hardly any tourist, foreigner I mean, because this is a very popular weekend beach retreat amongst Thais. One of the consequences of this is cheap seafood, and the other is lack of English speakers. Our host for example knew only how to say big, small, water and monkey-mafia, referring to the monkeys living a hill temple we where about to visit. We realised why when one of them got very aggressive when he failed to steel Susana's bottle of water. His friends weren't nicer so we finally had to ask for help and the resident monk got us out of the temple.
A saver visit was the Air Force Base located between two beautiful bays, and that looked pretty much like WWII in the Pacific film set. A small battle between Thais and the Japanese was fought here actually, but eventually Thais backed off and signed a treaty allowing the Japanese to go trought their country to fight the British in Malaysia and Burma.
It was wonderful to spend a weekend here and enjoy the tasty seafood and the amazing beaches together with the locals.






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