viernes, 9 de junio de 2006

Phang Gha Bay: pueblo de pescadores


Si hubiésemos podido elegir la época para este viaje, seguramente no habríamos salido ahora. Y es que estamos cruzando el sudeste asiático acompañando al monzón y, como es muy buen anfitrión, nos sale a recibir casi todos los días; a veces a la mañana, a veces a la tarde. Para colmo, estamos yendo hacia el norte y, cuando lleguemos a Rusia, será bien entrado setiembre, con el frío que ello implica. Pero bueno, también hay una lectura positiva de todo esto: en Siberia los mosquitos no nos acribillarán (ya lo están haciendo sus primos sureños), y por el sudeste asiático no hay tantos turistas como de costumbre. Tanto es así que en el restaurante de Koh Panyee había mas de treinta mesas, y para la cena sólo estábamos nosotros y una pareja alemana.

Panyee es un pueblo pesquero poblado por musulmanes en la bahia de Phang Nga. La verdad es que cuando llegamos nos pareció un pueblo de pescadores, pero, más que peces, eran turistas lo que pescaban. Todas las callejuelas alrededor del embarcadero estaban repletas de tenderetes con camisetas horteras, todo tipo de adornos hechos con conchas, pareos multicolores y demás anzuelos. Al haber pocos turistas aparte de nosotros, nos costó un rato salir de aquella ratonera y, al conseguir llegar al pueblo en cuestión (que no son más que casas de un piso sobre pilotes encima del agua, una mezquita y una escuela), nos encontramos con una recepción más que fría, casi hostil, pero eso no nos quitó las ganas de explorarlo, ya que era muy pintoresco. Y así fue pasando la tarde, entre gente que nos ignoraba o nos decía que por ahí no podíamos pasar; hasta que dieron las seis de la tarde y el último barco de turistas se fue, dejándonos sólo a los que íbamos a dormir en el pueblo. En ese momento los Mr. Hyde del pueblo se transformaron en Dr. Jekyll, y se mostraban muy receptivos a ser fotografiados o indicarnos direcciones en un pueblo donde la mayoría de las calles no son más que dos tablas sobre el mar. Toda una experiencia, sin duda.

A la mañana siguiente vino a recogernos un bote, con el que recorrimos esta preciosa bahía salpicada de torreones de caliza que salen verticales desde el mar, y que parece que soportaban una bóveda que se cayó hace tiempo.. Sobre el mediodía el monzón nos hizo una visitilla, por lo que tuvimos que comer al abrigo de un acantilado en una playa de un islote solitario. Cuando "Monzo" se fue a visitar a otros huéspedes más al este, seguimos con nuestra tranquila travesía marina, sin apenas ver otros barcos, pero al final encallamos en las arenas de la comercialización turística.
Uno de los farallones es muy famoso porque sale en la película de James Bond "El hombre de la pistola de oro", y al llegar nos encontramos a decenas de turistas en lo que parecía otro pueblo de pescadores, con los mismos anzuelos del anterior. ¡Pobre farallón!, el precio de la fama, supongo.

I guess we should have started our journey some other time if we wanted to avoid the monsoon in Southeast Asia and the freezing cold in Russia, but we couldn't choose. Trying to be positive about it, we could say that we won't have mosquito problems in Siberia and is not peak season in SEA.
In Phang Nga Bay, for instance, there was hardly any other tourist but us. We slept on a fishing village, but as we figured out the main prey was not actually fish but tourist. At first the villagers were quiet rude to us but everything changed as soon as the rest of the tourist took the last boat back to mainland. After that, everybody was friendlier due to some misterious force unknown to us.
The bay itself was beautiful, doted with limestone cliffed islands. One of them, the so called James Bond island, was quiet disappointing not for the island itself but because of the amount of tourists around it. Poor island!

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