jueves, 30 de noviembre de 2006

Hungría: de viaje con "Ali´s Tours"

Cuando surgió la idea de realizar este viaje, hace ya casi dos años, llenamos la cabeza de proyectos, ilusiones y sueños. Por una parte pensábamos en lo fantástico que tenía que ser poder viajar a nuestro antojo durante seis meses, y por otro lado nos imaginábamos los problemas y conflictos que nos podrían surgir durante ese tiempo. Creíamos que íbamos a tener que planear el viaje mes a mes, semana a semana, con detalle, para no quedarnos sin visitar lugares que queríamos, o tener que dar veinte mil vueltas para encontrar un sitio donde dormir. La fecha de salida se fue acercando y nosotros seguíamos sin preparar nada para nuestras largas vacaciones. El 17 de mayo llegó y sólo teníamos dos cosas claras: que nos íbamos a mover en tren y que queríamos conocer a la gente y los países que había entre Singapur y Vitoria, y que, por ello, íbamos a intentar alejarnos lo más posible de los trillados caminos turísticos y compartir los trenes de tercera, los chiringuitos de la calle y los mercados locales, donde va la gente de a pie.
Y estamos muy orgullosos de poder decir que hemos conseguido las dos únicas cosas que teníamos claras cuando salimos de Singapur; bueno, por lo menos lo hemos conseguido durante todo el viaje hasta Hungría. Ahora en este pequeño país al que envidiamos enormemente por su situación geográfica tan perfecta para cualquier viajero que se precie, nos hemos dado cuenta de que el concepto de nuestro viaje ha cambiado. Ya no se trata tanto de conocer la cultura, las costumbres o la forma de ser de las gentes locales, sino de disfrutar de la compañía de amigos que hemos encontrado durante estos años fuera de nuestra casa en Vitoria.
Para nosotros ya fue un gran cambio cuando Iraide, la hermana de Jaizki, se unió a nuestro viaje en Moscú y decidió acompañarnos hasta casa. De la noche a la mañana dejábamos de ser dos para pasar a disfrutar de la compañía de una tercera persona que incorporaba ideas nuevas, temas de conversación frescos y muchas ganas de ver mundo.
Las mismas ilusiones y ganas de viajar que hemos visto en mucha de la gente que hemos conocido durante estos últimos meses, viajeros que como nosotros habían dejado sus trabajos, sus casas, sus amigos y sus familias, a cambio de disfrutar de la libertad que da una mochila, un mapa y mucho tiempo por delante.
A Budapest llegamos una mañana gris, una vez más cansados y sin haber dormido por culpa de los controles de pasaportes que nos tocó pasar de madrugada, pero la cara nos cambió cuando vimos a Ali y Alice esperándonos en el andén de la estación con los brazos abiertos para darnos un abrazo. Yo eché en falta las dos grandes mochilas que les acompañaban cuando les conocimos en China, en la montaña de las escaleras infernales donde compartimos autobús local, taxi, hotel y conversación. Fue gracias a ellos que visitamos Mongolia, lugar donde habían estado muchas veces y del que Alice es una gran conocedora, no en vano es catedrática en estudios mongoles. Nunca podré agradecerle suficiente el que me quitara todos los miedos que otra gente me había metido, y que me convenciera de visitar el país que más me ha maravillado de todo el viaje. Nos invitaron a visitarles si en nuestra vuelta a casa pasábamos por Budapest, y cuando llegamos nos dieron su tiempo, nos abrieron su casa y su familia.
Nuestro viaje se convirtió en unas vacaciones dentro de las grandes vacaciones. "Ali´s Tours" una vez más no decepcionó y las cortas vacaciones de cuatro días por tierras húngaras se convirtieron en un largo puente familiar, donde disfrutamos del riquísimo vino húngaro, la peligrosa “palinca” (un licor típico), las calientes aguas de uno de los numerosos baños termales del país, o el tortuoso y agujereado camino que llevaba a un pequeñísimo pueblo que casi llegó a ser olvidado, muy cerca de la frontera croata.

Metimos nuestras mochilas, los sacos de dormir, la comida y la bebida que necesitábamos en la furgoneta y el largo fin de semana comenzó con un día increíblemente soleado que nos permitió darnos el lujazo de una estupenda comida a finales de noviembre en la terraza de una pequeña casa cerca del lago Balaton.

Visitamos una de las zonas más turísticas de Hungría, donde numerosos austríacos y alemanes poseen casas de verano o de fin de semana, y en las que se afanan en cultivar y cuidar unas cuantas vides que les surte de vino durante todo el año. Era extraño conocer estos pueblos fantasma que rodean el gran lago, y que se llenan de actividad y gente en cuanto llegan los meses de verano. Ahora estaban vacíos, y muchas casas con las persianas y las rejas cerradas, aguardando la llegada de meses mas cálidos.
Siguiendo el programa que Ali nos había preparado, hicimos un alto en nuestro camino para relajarnos en las aguas termales del lago Gyogyto, un placer para el cuerpo, aunque nos costara entrar un poco al principio, porque el agua no estaba tan caliente como esperábamos. Al parecer, las aguas de este lago poseen propiedades curativas y durante muchísimos años ha ayudado a numerosas personas con problemas de artritis, lumbagos, dolores musculares y muchos más. Quizá por ello, en plena temporada baja de la zona los baños fueron el único lugar que encontramos lleno.
Ali había dejado la mejor parte del viaje para el final. En plena noche llegamos a Gyurufu, un pueblecito de apenas nueve casas que ha resurgido de las cenizas, o mejor dicho, de los escombros, gracias al valor y al trabajo duro de ocho jóvenes familias que un día decidieron dejar las ciudades y los pueblos donde vivían para comenzar una nueva vida en plena naturaleza, cuidando de sus animales y cultivando sus propias hortalizas y verduras. Con los restos de las antiguas casas y barro han conseguido dar vida de nuevo a uno de los muchos pueblos que han quedado abandonados, porque los habitantes terminaron moviéndose a zonas más grandes y pobladas. Toda una lección de supervivencia y coraje.

Antes de volver a Budapest Ali y Alice nos llevaron a conocer a su pintor favorito, al museo que tiene en Pecs. Nunca habíamos oído hablar de Csontvary, pero a los tres nos impresionó el color de sus pinturas y la forma que tenía de dibujar a los protagonistas de sus cuadros, sobre todo las caras. Entendimos perfectamente porqué a nuestros anfitriones les maravillaba tanto este pintor.
Al final no nos quedó mucho tiempo para visitar Budapest, la capital formada por las dos ciudades Buda y Pest, y que durante muchos años se llamo Pestbuda, nombre que cambió más tarde por el actual, no sabemos todavía si por intereses políticos o porque sonaba mejor. De este lugar nos quedó la sensación de ser una ciudad grande con un centro histórico enorme digno de visitar, con bonitas calles para pasear hasta aburrirte, baños de lujo donde pasar un día entero y muchos turistas, sobre todo italianos, que aprovechaban la cercanía del país para visitar esta interesante ciudad. No vimos ningún mochilero; al contrario, el tipo de turistas que nos encontramos era más bien gente que estaba pasando unos pocos días en Budapest, dejándose ver con sus mejores galas, como si estuvieran paseando por el centro de su ciudad.

Nos quedamos con muchas ganas de pasar más tiempo y de seguir descubriendo la ciudad, pero teníamos que continuar nuestro camino, y, aunque nos dio mucha pereza dejar Budapest, nos fuimos con la alegría de haber pasado tanto tiempo con Ali y Alice, de haberlos conocido más. Seguro que no es la última vez que nos vemos. Ahora les toca a ellos devolvernos la visita y dejar que les cuidemos tan bien como lo hicieron ellos. Os esperamos pronto en Vitoria y, si no, nos veremos a medio camino, en Mongolia.

No hay comentarios: