jueves, 23 de noviembre de 2006

Boceto de Rumanía

La mayoría de la Rumanía que nosotros hemos visto es rural, idílica, casi repleta de bucólicos paisajes con altísimas montañas, frondosos valles, carros tirados por caballos y gente trabajando la tierra, hilando o recogiendo agua de la fuente. Todo ello precioso desde el punto de vista de un turista, pero seguramente a ellos no les guste tanto. Supongo que el paso natural del campo a la ciudad se está dando aquí más tarde, poco a poco pero si pausa, lo que hace del norte de Rumanía una especie de museo etnográfico, donde todavía es posible ver una economía rural europea vivita y coleando, aunque ya fuera del agua.

Además es fácil sentirse acogido en Rumanía. La gente es muy amable de por sí, pero, al saber de dónde venimos, se vuelcan, "¡Ah!, mi hermano está en Madrid" o "Yo viví en Toledo" son los típicos comentarios. Y los que no han estado en España han trabajado en Italia; parece que toda la gente joven del país ha estado, está, o estará en el extranjero en algún momento. Pero también, por lo que se ve, es una emigración temporal, una forma de ganar dinero rápidamente en los ricos vecinos del oeste y volver a reconstruir su país, que falta le hace. Muchos de los que nos dijeron que habían estado fuera conducían modernos coches o regentaban un negocio y parecían recordar su estancia allí como una buena época, al menos a juzgar por la forma en que nos trataban.

Rumanía está viviendo un momento de cambio. Cada vez son más los coches que adelantan a los carros de tiro, y pronto serán tantos que regularán el uso de los hoy omnipresentes carros hasta hacerlos desaparecer, y así los coches podrán ir todavía más rápido y llegar más lejos. Seguro que a los lectores de más edad les suena la historia.

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