

La más dolorosa es que parece que ya se ha terminado lo de que las puertas de lo vagones se puedan abrir en marcha y disfrutar de la brisa en la cara, mientras ves los matorrales correr a tus pies, una pena. Pero la diferencia más sorprendente es que, como si de un avión se tratase, nos dieron de comer y de cenar en unas bandejitas azules, y, también como en un avión, la comida dejaba mucho que desear.


http://rofon.blogspot.com/2005/08/pedrada.html
Bueno; debió de aprender aquel divertido truquillo en Vietnam, porque aquí este deporte es tan popular que los trenes tienen de serie unas redes metálicas para proteger a los pasajeros, y así todos podemos divertirnos al oír el metálico ruido de las pedradas. Cuando el diablo no sabe qué hacer...


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