jueves, 6 de julio de 2006

Phnom Penh: otra caótica capital asiática

Despertarnos en Phnom Penh fue agradable. Estábamos descansados del tren y pudimos ver cómo era la ciudad a la luz del día, pero, por otro lado, también nos sentíamos un poco arrepentidos por el hecho de no acabar el trayecto en tren hasta donde habíamos planeado. Por la mañana fuimos a la estación para ver si nuestros compañeros de viaje habían llegado, y nos encontramos con el tren en una de las vías, a la espera que de llegase el próximo sábado para emprender el camino de regreso a Battambang, pero lo que no pudimos averiguar es a qué hora llegó, porque la estación estaba completamente desierta.
Phnom Penh es otra de esas caóticas capitales asiáticas, con un intenso y continuo tráfico de coches, motos y bicis que hace que el ruido y el desorden lo inunde todo. Andar por las aceras se hace muy difícil por culpa de esa extraña costumbre que tienen los asiáticos de no caminar: aparcan la moto en la acera exactamente enfrente del lugar que quieren visitar, así que ésto nos hace a los transeúntes la vida un poquito más complicada, pero también mas excitante, porque nos toca lidiar con el tráfico y con los coches y las motos aparcados.

Siguiendo con nuestra costumbre de andar, nos pateamos una buena parte de la ciudad para visitar el mercado, algún templo, el Museo Nacional y el Palacio Real, pero este último estaba cerrado y por un motivo muy esperado por el pueblo camboyano: estaba teniendo lugar el nombramiento de los jueces para el proceso contra los líderes de los jemeres rojos. Después de treinta años, por fin se va a hacer justicia, aunque muchos son de la opinión de que queda ya muy poca gente que pueda recordar aquellos terribles años, y que mejor sería si usasen los cientos de millones que va a costar dicho juicio en ayudar al país a recuperarse y salir adelante. Sea como fuere, era un día importante en la historia de Camboya.

Una vez más comprobamos el tirón turístico de las crueldades pasadas; cada pocos pasos los taxistas y motoristas nos preguntaban si queríamos visitar los campos de exterminio, que se encuentran a las afueras; estos parecen ser la mayor atracción turística de Phnom Penh. Decidimos visitarlos y la verdad es que nos impresionó mucho, sobre todo nos marcó el ver que todavía había restos de huesos y de ropa en los senderos por los que andábamos. Aquí ejecutaron a más de 17.000 personas durante el régimen de Pol Pot, hombres, mujeres y niños, que antes habían sido interrogados y torturados en lo que era una antigua escuela que convirtieron en la tristemente conocida prisión de Tuol Sleng o S-21. Ahora es un museo donde se recogen todas las atrocidades cometidas durante los tres años que funcionó como prisión. Las fotos de mucha de esta gente se encuentran repartidas por todo el museo. El hecho de estar sosteniendo la mirada con la persona de la foto es terrible, sobre todo si te paras a pensar en todo lo que tuvo que sufrir y en lo que tenía que significar para ellos ser fotografiados, era como una condena a muerte. Espeluznante, pero merece la pena visitar el museo para recordarnos las burradas de las que somos capaces los seres humanos.

Cuando salimos de allí estuvimos mucho tiempo sin decirnos una sola palabra, supongo que los dos estábamos sumidos en nuestros pensamientos, y la prisión S-21 nos había impresionado terriblemente.
Nos quedamos varios días en la capital camboyana esperando a que se cumpliese la fecha que teníamos fijada en nuestro visado de entrada a Vietnam. La verdad es que estamos ansiosos de volver a ver carreteras en condiciones y semáforos en los cruces. ¿Los respetarán en Vietnam?

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