miércoles, 19 de julio de 2006

Nha Trang: no fue fácil marcharse

Llegamos, buceamos, y nos vamos. Ese era nuestro plan para esta ciudad playera, pero no resultó como planeamos, al menos no del todo.
Llegamos bien entrada la tarde y, para nuestra sorpresa, no había ninguna habitación libre en toda la ciudad. Seguro que habéis visto alguna película en la que el protagonista va a un mostrador a buscar algo y le dan una negativa por respuesta, y después hay una serie de imágenes en las que un montón de gente le dice: "no, no, no, no..." mientras al sufrido protagonista le cambia la cara gradualmente. Pues así me sentí yo. Una amabilísima señora nos ofreció dormir en el sofá de la recepción de su hotel, pero por suerte, después de preguntar en más de quince, encontré uno donde tenían una habitación libre. A pesar de correr el riesgo de perder la habitación, le regateé y todo, para no perder las buenas costumbres, y conseguí bajarle el precio… un poco.

Resulta relativamente difícil darse cuenta de que está uno en un país comunista. Vietnam está lleno de pequeños negocios familiares, que aparecieron como champiñones tras el “Doi Moi”, la reforma económica de hace unos veinte años, y, desde la perspectiva de la calle, si no fuera por la hoz y el martillo ocasionales y por los uniformes verde oliva de los militares, no se diferencia mucho de Tailandia o Malasia. Pero en esta ciudad tuvimos una revelación. Andando por el paseo marítimo nos topamos con un espectáculo musical, ¡menudo espectáculo!: una recopilación de canciones pachangueras cantadas al estilo karaoke desafinado, con coreografías poco ensayadas; vamos, como en una verbena de pueblo, pero de las malas. Hasta aquí todo normal, pero la troupe salió al escenario con banderas lisas de colores, la roja la más grande, ejecutando una especie de desfile marcial para terminar en una escultura humana de pose heroica al estilo más soviético que os podáis imaginar, con la bandera roja ondeando triunfalmente en el vértice de la formación, al son de una melodía que quería sonar épica. Los aplausos fueron muy reservados, quizá sea el carácter vietnamita..., quizás no.
Por lo demás, esta ciudad no se diferencia mucho de Benidorm, una preciosa, larga y abarrotada playa flanqueada por hoteles hasta donde alcanza la vista; bueno, la vida nocturna puede que no sea tan excitante aquí y, por supuesto, hay muchos más vietnamitas que allí, pero no muchas más diferencias.

Nosotros habíamos venido a bucear, y eso es lo que hicimos, pero después no nos fue tan fácil irnos. El segundo día que buceamos yo ya llevaba varios días enfermo, así que tuvimos que quedarnos una jornada más, que yo pasé tapadito y en reposo mientras Susana cuidaba de mí, pero después tampoco nos fue fácil salir de allí.
Vietnam es un pais muy preparado para el turismo, hay muchísimas agencias que te organizan viajes a cualquier sitio, y moverse entre las principales atracciones es fácil y barato, pero, si quieres ir por tu cuenta, no te lo ponen fácil. Perdimos un día más intentando conseguir otro tren a Hoi An, pero nos fue imposible. En la estación nos decían que estaban todos vendidos para los próximos tres días, pero ,si preguntábamos en las agencias, nos daban un billete para cualquiera de ellos; eso sí, sólo en la categoría más cara y a un precio ostensiblemente mayor que el oficial, aunque, como alternativa, nos ofrecían un autobús por una cuarta parte de precio. Con esta información volvimos a la estación de tren, donde nos repitieron que no les quedaban billetes, por mucho que les dijimos que era una vergüenza lo que nos estaban haciendo, momento en el cual parecía que olvidaban todo el inglés que sabían y pretendían no entendernos. Todavía no acabamos de entender esta estrategia, no sabemos qué ganan los Ferrocarriles de Vietnam compinchándose con las agencias para obligarnos a los turistas a ir en autobús, sobre todo teniendo en cuenta que los extranjeros pagamos bastante más por el mismo billete; un misterio más misterioso que el Triángulo de las Bermudas, pero, sea lo que sea, al final consiguieron que comprásemos los billetes del autobús nocturno que nos llevaría a Hoi An.
Lo más positivo de tener que alargar nuestra estancia fue que pudimos disfrutar una noche más del delicioso flan con helado de coco, y aprovechar para cortarme el pelo, con limpieza de oídos incluída (lujo asiático), aunque sea en la calle.

No hay comentarios: