domingo, 23 de julio de 2006

Hoi An: escaparate urbano

El trayecto entre Nha Trang y Hoi An va a ser muy difícil de olvidar. Fueron doce horas de infernal viaje, en el que nos fue imposible dormir, y no por culpa del mal estado de las carreteras, como pasaba en Camboya, ni porque el autobús tuviese los amortiguadores estropeados, como ocurrió en Malasia. En Vietnam fue por la manía que tienen de tocar el claxon cada vez que viene un coche, autobús, camión, moto o bici, ya sea de frente o en nuestra misma dirección. Parece ser que los espejos retrovisores los tienen de adorno y aquí lo que manda son las señales acústicas, y nuestro chófer debía pensar que el resto de los conductores estaban sordos, o algo así.
Llegamos pronto por la mañana, abatidos y malhumorados, pero quizá mi estado de ánimo también era consecuencia de que esta vez me tocaba a mi estar enferma (gracias Jaizki por compartir tus virus conmigo). Así que otra vez alargamos nuestra estancia más de lo pensado para que yo pudiera descansar y recuperarme. Cuando por fin me sentí con fuerzas de salir de la habitación y fuimos a pasear por Hoi An, descubrimos que habíamos llegado a una gran tienda de ropa, zapatos y souvenirs con forma de ciudad. Esta es la impresión que me ha quedado de Hoi An: un bonito pueblo con edificios antiguos por todas las esquinas, muchos de ellos renovados y muchos más en proceso, callejuelas estrechas que conectan las calles principales, un gran mercado abierto desde la mañana hasta bien entrada la tarde, y mucha gente intentando convencerte de que compres "algo".

Resulta un poco difícil abstraerse de las tiendas que lo envuelven todo y concentrarse en admirar los edificios históricos que son verdaderas obras de arte. Hoi An fue un importante puerto, donde atracaban barcos portugueses, vietnamitas, japoneses y chinos, entre otros, y la influencia de estos últimos se aprecia claramente en las casas, templos y calles de la ciudad.

Por la tarde, a la hora de la puesta de sol, descubrimos una Hoi An aún mas bonita de lo que habíamos visto durante el día. Los colores, las sombras, la atmósfera del atardecer y sobre todo el hecho de que la ciudad se había vaciado un poco de turistas y las tiendas empezaban a cerrar hizo que la última impresión de Hoi An fuera maravillosa. Sin embargo no podía dejar de pensar en la increíble experiencia que tenía que haber sido conocer este lugar tan solo ocho o diez años antes, cuando todavía era una ciudad con tiendas, más que una tienda con apariencia de ciudad.

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