miércoles, 2 de agosto de 2006

Tren Hanoi- Lao Cai

Si le preguntases a un faraón cómo se sentía dentro de su sarcófago, seguro que te diría que lo que más le fastidiaba era no poder levantar la cabeza ni para leer un libro en los ratos "muertos". Al menos así me sentí yo en la litera de arriba del compartimiento en el que fuimos: si doblaba las rodillas, tocaba el techo; así que, cuando quería incorporarme en la cama, me acordaba de los contorsionistas que salían en la tele cuando era niño, aquellos que se metían en unas minúsculas cajas de metacrilato. Bien es cierto que el molde de los vietnamitas es de “baguette” y el mío es de “ciabatta”, pero, a pesar de todo aquello, parecía más una cripta que una litera. Por lo menos esta vez había un hueco en el que meter las mochilas, porque si no... no se cómo hubiese entrado, ¿os imagináis al contorsionista encajándose en la caja de metacrilato con mochila incluída? Yo tampoco.

Pero dormir, dormimos; tanto que, cuando el tren llegó a Lao Cai, estuvimos cinco minutos metidos en nuestros cubículos, hasta que nos despertaron para que bajásemos, y por fin, después de muchos meses, empezamos a ver montes, cordilleras de ellos, preludio de lo que nos espera.

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