martes, 8 de agosto de 2006

Retrato de China

"Vietnam es un país, no una guerra", eso rezaba una guía que leí hace tiempo. La verdad es que, gracias a años de películas americanas, lo primero que relaciono al oír hablar de Vietnam es "Apocalypse now", "La chaqueta metálica", "Nacido el 4 de Julio", helicópteros, agente naranja, la niña quemada con napalm llorando por la carretera, asesinatos indiscriminados de campesinos con sombreros cónicos, veteranos mutilados y barbudos, ¡hasta hippies! Resulta que el hecho de que lo americanos perdieran esta guerra sin perder una sola batalla y que más de 60.000 de ellos no volvieran nunca, les ha marcado tanto que nos han hecho relacionar el país con su guerra. Pero para los vietnamitas, que sufrieron unos dos millones de bajas, no es más que un breve episodio en su larga historia. Valga como dato que en Hanoi hay unas cien calles que conmemoran batallas o héroes de guerra y sólo 2 de ellas se refieren a la guerra americana como la llaman ellos, las 98 restantes recuerdan la liberación del yugo colonial francés y, sobre todo, las incontables guerras que han tenido con su poderoso vecino del norte, China.

Los últimos treinta años han sido más pacíficos, pero no por ello fáciles. El comunismo no pareció saber resolver los problemas, y el país estaba pasando hambre hasta que decidieron soltar el cerrojo económico y todos empezaron ha hacer negocios sin complejos. Viéndoles manejar el ábaco, uno se pregunta cómo le ha sido posible durante tantos años al Partido tener suprimido el gen mercantil que parecen llevar dentro. Por lo que se ve, la influencia francesa con su savoir-vivre no pudo borrar los mil años de control chino y su impronta de trabajo, sudor y lágrimas en el carácter vietnamita, y, a diferencia de Camboya o Tailandia, pero sobre todo de Malasia, aquí es difícil encontrar a alguien con las manos en los bolsillos, las pone al servicio de su bolsillo, y hoy el país parece resurgir de sus cenizas. Sirva de necesaria excepción su afición al café, y no sólo a beberlo, sino también a reunirse en torno a una mesa y comentar la última jugada.

El turismo sin duda está ayudando a esta recuperación económica, ya que somos millones los turistas que venimos a apreciar la heterogénea belleza de este país, pero por desgracia no todos se van contentos. Los vietnamitas todavía parecen no haberse dado cuenta de que a la gallina de lo huevos de oro es mejor mimarla que quitarle más huevos de lo que puede poner, y se dedican a intentar timar al “guiri” a cada paso que da. La mayoría de las veces es fácil salir con buen pie, pero resulta cansino y son muchas las historias de gente que se ha ido escaldada del país y que no piensa volver nunca más.

Pero tampoco hay que exagerar. Como se suele decir, hay dos tipos de vietnamitas: los que trabajan para la industria del turismo y los que no, y si es fácil acabar aburrido de los primeros, no es menos fácil reírse juntos de la barrera del idioma y disfrutar con la compañía de los segundos, que son la mayoría, aunque a veces a los turistas nos parezca lo contrario.

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