sábado, 14 de octubre de 2006

Tren Ulan Bator- Irkutsk

El tren de los contrabandistas, así le llaman al tren que cogimos para ir de Ulan Bator a Irkutsk. Lo dicen por la cantidad de mongoles que suben a él con productos baratos comprados en China con la intención de venderlos en Rusia, aunque para ello han de pasar primero la frontera, y una vez más esto lleva su tiempo.
Si miráis en el mapa, veréis que el recorrido no son más de 1.000 kilómetros, pero cuesta hacerlos 36 horas. No calculéis más, es una media de 28 km/h. Por supuesto, el tren va mas rápido que eso, pero sólo cuando no está parado, que en este viaje es la mitad del tiempo por lo menos, desesperante; y no es que tengamos prisa, pero… Para empezar el tren llega a la frontera a las 4 de la mañana y allí espera hasta las 9, a que abran, imagino. Poco antes de seguir, todos los asientos libres de nuestro vagón se llenaron de mujeres con bolsas llenas de ropa: las contrabandistas. Van desperdigando la ropa por compartimientos, como para disimular, a nosotros nos dejaron dos pares de botas de invierno y, como teníamos una cama libre, una de ellas se acomodó entre nosotros, con sus pantalones vaqueros, sus zapatillas de casa, fruta, vodka y no se qué más. La parte mongola de la frontera fue fácil, sólo nos costó dos horas, volvimos a encontrarnos con un clon de la simpática sargento de gorra cómica, que se llevó nuestros pasaportes y nos los devolvió sellados. Bienvenidos a la tierra de nadie, ahora vamos a ver cómo funciona la frontera rusa.

Las que estaban tensas de verdad eran las contrabandistas, nos sonreían de puro nerviosismo cada vez que entraban a mirar si quedaba algún hueco donde esconder algo en nuestro compartimiento, la chica que nos acompañaba se puso dos pantalones, uno encima del otro: si cuela, cuela. Y entonces llegaron los oficiales de aduanas rusos, con paso firme, a ver qué les intentaban meter esta vez. Estaban muy bien enseñados e intentaban ser tan secos y ásperos como fuera posible, con mucho éxito. Siguiendo la costumbre, no nos dejaban estar en el pasillo mientras trabajaban, por lo que desde la puerta del compartimiento íbamos viendo pasar la gente que con cara de circunstancias arrastraban las bolsas que no habían conseguido colar y las apilaban a la puerta del vagón. Y entonces llegó nuestro turno. Sin mirarnos a la cara preguntaron por las botas de invierno, a lo que nosotros respondimos que eran nuestras, que las habíamos comprado en Ulan Bator. La aduanera se rió sin ganas, pero al ver que insistíamos cambio de tono. Un italiano que nos acompañaba hasta se las calzó, y por suerte eran de su talla, pero la rusa levantó la voz hasta que la legitima dueña vino del compartimiento de al lado y llevó las botas junto a las otras a la puerta del vagón, requisadas hasta que paguen las tasas.

Es desconcertante pensar que esto ocurre prácticamente todos los días y todavía parecen tener la ingenuidad de creer que los policías no se van a dar cuenta, pero seguramente no pensará lo mismo la señora que iba con nosotros, ella salió del tren con lo mismo que había entrado, sólo se dejó los nervios y una manzana que nos regaló por nuestro fallido intento de salvar las botas de una compañera.
Después de casi doce horas de parón proseguimos nuestro viaje, ahora por tierras rusas.

Y menudo cambio. Lo que más impresiona es que por primera vez en mucho tiempo empezamos a ver gente de raza blanca que no son turistas. Después de tres años viviendo en Singapur y cinco meses de viaje por Asia, es la primera vez que ya no llamamos la atención por el color de nuestra piel sino sólo por la pinta de guiris que tenemos. Es un cambio insignificante ya que no tiene consecuencias, pero debido a su brusquedad resulta chocante. En parte ya parece que hemos dejado Asia y estamos en Europa. Aunque todavía nos quedan 5.000 km para salir de Siberia, la homogeneidad racial de Rusia, que colonizó estas tierras hace ya mucho tiempo y desplazó a las gentes del lugar, nos ha sorprendido. Pero una vez más queda patente la forma comparativa con la que juzgamos los humanos, ya que para la gente que hace el viaje en sentido contrario Siberia es un lugar de transición, donde empiezan a reconocer rasgos asiáticos en los rostros de la gente, caracteres de las razas que habitaban la zona, hoy diluídos en las caras de los conquistadores. Todo depende del cristal con que se mire.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que maravilla encontrar tu cronica, hay veces en que internet es un instrumento genial y sirve bien!!! andabamos preparando nuestro viaje alrededor de medio mundo y nos preguntamos como sería el tren de irkutsk a ulan bataar...lo pongo en el google y veo tu entrada, genial, genial me la he leido de un tirón y he flipado con las fotos...seguro que tuviste un viaje maravilloso

te paso el link de nuestro blog para que veas como planeamos nosotros a ver que te parece...

ah una pregunta, te costo mucho conseguir el billete? y mucho dinero? mil gracias de antemano y un abrazo grande desde sevilla...
los viajeros estamos unidos por una especie de hilo de karma universal que nos despierta la chispa

http://thehumanway.wordpress.com/