lunes, 11 de septiembre de 2006

Tren Chengdu-Xian

Hubo un tiempo en que no había teléfonos móviles, no se si fueron mejores o peores, pero de lo que estoy seguro es de que dormir en el tren nocturno era más fácil entonces. Ya, ya se que los móviles tienen modo de “silencio” y “vibrador” -que además por la noche podría resultar especialmente útil-, pero a los chinos no parecen gustarles las sutilezas, por lo que hasta bien entrada la noche los pi, po-pi, tarari-po-pi y la versión polifónica de la canción china del verano se ocuparon de no dejarnos relajar los parpados. Pero por lo demás tuvimos mucha suerte, en un vagón de sesenta camas duras, que en realidad no lo eran tanto, lleno hasta los topes, sólo había cinco que roncasen, menos del 10%, toda una rareza estadística, y además el de debajo de mí no era el más sonoro.

En lo que sí echaba el resto era al escupir, y es que supongo que ya sabéis de esa arraigada costumbre china: distribuir saliva aparentemente al azar por calles, restaurantes, cibercafés, autobuses, centros comerciales, supermercados, y sí, ¡también trenes! Pero lo peor no es el escupitajo en sí, no, mucho más desagradable resulta la preparación de este, una recolección de saliva que debe empezar en el intestino grueso y extenderse por todo el tracto digestivo, porque suena como el rugido de un gigantesco león ronco. Es en esta actividad donde los machos de chino común demuestran su virilidad: cuanto más ruidoso mejor, que se oiga cómo sube la descarga, que borbotee. Pero luego, cuando uno espera ver salir hasta las entrañas del sujeto, a la hora de la verdad, el escupitajo suele ser pírrico, y lo dejan caer desde los labios al suelo en una trayectoria vertical bastante decepcionante, y no como el ya casi extinto macho ibérico, al que tantas veces vimos de pequeños proyectar su flemón en una elegante trayectoria parabólica. ¡Mucho ruido y pocas nueces! Por cierto, nuestro tren era muy moderno y prohibía entre otras cosas los esputos, por lo que no se dónde escondería nuestro viril acompañante sus “nueces”. Tampoco indagué mucho.

En estos trenes chinos hay mucho orden. Las estaciones parecen aeropuertos (en realidad mejores, porque son puntuales), como ya os contamos en la entrada del tren a Dali: una vez pasadas las mochilas por el escáner, te toca hacer cola para el embarque, y, cuando llegas al andén, una revisora espera en la puerta abierta de cada vagón, ya que las que los comunican entre sí están cerradas si el tren no está en marcha, como me di cuenta el intentar volver al mío después de una expedición fotográfica. En China hacer fotos en el tren está resultando realmente difícil, recordareis el revisor/legislador en el tren a Dali, así que esta vez fui a hacer buenas migas con el “staff” al vagón restaurante, donde estuvieron riéndose de lo lindo de mi cómico intento de comunicarme en chino, que si Xipanya (España) muy bien en el mundial (será el de basket…), que si las mujeres españolas muy guapas, que a ver si estoy casado, ¿hijos?, ¿por qué no? y todas esas cosas que parecen interesar a los chinos, o será sólo a los revisores, no lo se. El caso es que, aprovechando el momento, levanté la cámara y les intenté decir que cuando abrieran la cocina me gustaría sacar alguna foto, lo cual entendieron rápidamente, porque la respuesta fue un rotundo “¡No!”, y entonces hice un chiste, dije: "wei shenme" (¿por qué?). No veáis como se reían y decían cosas entre ellos, de lo cual yo sólo entendía "wei shenme", y se volvían a reír y se recolocaban en sus asientos, pero no había respuesta, así que repetí el chiste, y se rieron otra vez, aunque menos, claro, y miraban al que yo deduje que seria el general de los revisores, pero tampoco él respondió.

Yo seguí un poco con la guasa, pero acabe desistiendo. Parece ser que en China no le suelen hacer esa pregunta a la autoridad cuando dice que ¡no!, así que, como tampoco se iban a enfadar con un guiri inofensivo, pues les dio por reírse, pero no me dieron una respuesta, por lo que seguiremos intentando hacer fotos,... ¡otra vez será!

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