domingo, 10 de septiembre de 2006

Chengdu: ¡buh!

"Cisnes salvajes" es un libro que tuvo mucho éxito en mi familia, a todos nos fascinó leer la historia de China del último siglo reflejada en la vida de tres mujeres: abuela, madre e hija. Esta última es la escritora del libro, Jung Chang, ya viviendo en Inglaterra; pero parte de su juventud la vivió en Chengdu, de donde era su padre, y a mí se me quedó marcado en la memoria el nombre de esta ciudad, tenía ganas de conocerla.

Seguramente influyó el hecho de que llevábamos un mes por pueblecitos de montaña y valles encantados, pero me decepcionó muchísimo, supongo que es el problema de hacerse ilusiones, pero esta ciudad terminó nuestra luna de miel con China. Es grande, fea, ruidosa y vestida de gris, muy ciudad ella y, al contrario que Kunming, daba la sensación de que te iba a tragar en cualquier momento.

Buscamos algún vestigio de la ciudad donde viviera Jung Chang, pero sin suerte, todo era moderno y sin carácter, hasta las fotos de los anuncios parecían haber perdido sus saturados colores y los edificios bonitos se escondían; era como si el boom económico ya hubiese pasado y se les hubiera desinflado el soufflé. Pero al menos en esto último estábamos equivocados: las calles estaban a rebosar de gente y tiendas con música chillona a todo volumen para llamar la atención, y a los restaurantes tampoco parecía irles nada mal.

No se, igual éramos nosotros, aunque seguro que no ayudaban las zanjas abiertas por doquier o las vallas de obra cerrando el paso a cada rato, y es que, aunque no creo que la vayan a dejar muy bonita, apaños sí que hacían, muchos. ¡Y el tráfico! Los semáforos funcionan, pero el código internacional verde-libre/rojo-parar debe leerse diferente en chino, porque aquí todos tiran p'alante según la ley de que el pez grande se come al pez chico. Al menos en el sudeste asiático se respetaba al que iba delante, pero en Chengdu hay que abrirse camino a codazos y respetando sólo tu ambición, no me extraña que el capitalismo esté dando tan buenos resultados en China.

Pero había un pequeño rincón acogedor en esta urbe y por suerte pasamos mucho tiempo allí: nuestro albergue. A lo largo de los últimos cuatro meses hemos dormido en muchos sitios y ha habido de todo, aunque la verdad es que la mayoría han estado bien, pero éste se lleva la palma. Lo montaron dos mochileros cuando decidieron colgar las botas, para crear una familia (imagino), porque tienen dos hijas preciosas, y se nota que saben lo que los viajeros quieren: tranquilidad, habitaciones y baños limpios, diferentes espacios donde leer, ver una peli, charlar, comer, y una atmósfera acogedora, ¡ah!, y un cerdito pequeño como Babe, todo ello metido en una preciosa casa tradicional de cien años, un hallazgo sin duda, Sim's Cozy Guesthouse se llama, por si alguno se pasa por aquí. Imagino que os preguntareis ¿para qué vamos a querer ir a una ciudad que habéis descrito como fea, ruidosa y vestida de gris? Pues la mayoría de la gente viene a ver el centro de rehabilitación y cría de osos panda que hay a las afueras (que nosotros dejamos pasar por una combinación de vagancia y pocas ganas de ver animales entre rejas), el monasterio Wen Shu es bastante bonito, o el mercado de especias resulta interesante, y algún parque que hay a la orilla del río tampoco está nada mal con sus bosques de bambú y sus timbas de “mah yong”.

Supongo que, si buscas lo suficiente, en todos los sitios hay algo; de hecho, la actitud es lo más importante para encontrar cosas bonitas y disfrutar de ellas, pero esta vez nosotros preferimos leer, escribir bebiendo té verde, ver alguna película, descansar nuestras piernas y de paso cortarnos el pelo. Ya estamos preparados para Xian.

P.D. En Kunming sufrimos un varapalo fotográfico cuando el disco duro que guardaba todas nuestras fotos dejó de funcionar, pero por suerte el aparato ya está arreglado y en nuestro poder, y las fotos han sido recuperadas y van de camino a Gasteiz. Todo un alivio, ahora el varapalo es solo económico
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