martes, 23 de mayo de 2006

Parados en mitad de la nada

Llevamos más de dos horas parados en algún lugar entre Kuala Lipis y Gua Musang, en algún punto al norte de Malasia. Hace mucho que hemos perdido las esperanzas de llegar a tiempo a dormir a Kota Bharu, nuestra siguiente parada. El tren se ha detenido y no parece que puedan ponerlo en marcha de nuevo. Al parecer estamos esperando a otra máquina que sea capaz de remolcarnos hasta las siguientes paradas. Somos los únicos extranjeros en el tren y aquí nadie habla bien inglés, pero poco a poco conseguimos enterarnos de lo que ocurre. Las noticias que nos llegan son inciertas y confusas: unos dicen que la máquina llegará a las 7, otros que a las 8, y los más pesimistas que hasta las 9 nada de nada. Lo único cierto es que llevamos desde las 3:30 parados y la gente ha empezado a bajarse del tren y a caminar por las vías hasta el siguiente pueblo.

Nos lo estamos tomando con filosofía: leyendo, escribiendo y hablando con el resto de los pasajeros en un inglés muy básico. Los hombres se han ido al vagón-restaurante a beber algo mientras se fuman unos cigarros, y las mujeres se han quedado en el vagón con los niños, que ya empiezan a cansarse de tanta espera. Aquí nadie protesta ni se dice una palabra más alta que otra. La locomotora se ha roto y no hay mucho que se pueda hacer, salvo esperar.

Ya son tres horas las que llevamos sin movernos, y otra familia se acaba de bajar del tren y se lleva a cuestas un par de pesadas cajas y un gran saco de arroz. Las únicas personas que están disfrutando de esta avería son dos mujeres mayores que se dedican a vender por el tren frutas, cacahuetes y garbanzos cocidos. Hoy es un buen día para el negocio.

Jaizki parece que también está aprovechando el problema, y se ha ido a la locomotora a enterarse qué sucede, y de paso a sacar fotos, y, por lo que está tardando en volver, debe estar haciendo todo un reportaje... Mientras, yo sigo intentando encontrar una nueva posición en la que sentirme cómoda en este duro asiento. Nos hemos tenido que cambiar de vagón porque en el anterior se colaba todo el humo de la locomotora, y en este otro sólo quedan libres los asientos duros, y, despues de tres horas, puedo asegurar que son realmente incómodos.

Miro el reloj de nuevo: otra hora más aquí parados. Jaizki acaba de aparecer por la puerta del vagón con el pulgar apuntando hacia arriba y una sonrisa en la cara. Sólo pueden ser buenas noticias: la locomotora ha llegado y nos informan de que todo ha sido por culpa de una avería eléctrica. Nosotros decidimos quedarnos a medio camino, en Gua Musang, para darnos una ducha, tomar una buena cena y descansar durante la noche, para poder continuar el viaje hasta Kota Bharu. Todavía nos separan de nuestro destino cinco horas de tren.

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