domingo, 28 de mayo de 2006

Kuala Lumpur: una visita relámpago

Los 31 años me han llegado en la cuneta de una carretera malaya, dentro de un autobús averiado. Pero empecemos por el principio.
Estando en Kota Bharu nos enteramos de que teníamos que hacer unas gestiones urgentes en la embajada española en Kuala Lumpur, por lo que cogimos el autobús nocturno para llegar cuanto antes. Después de pasar un par de semanas por la Malasia profunda, el contraste no podía ser mayor; cuesta creer que sea el mismo país, aunque también es cierto que la mayoría de las capitales son muy diferentes de los países que presiden. Malasia podría dividirse en dos mitades muy diferentes: la costa oeste, que mira hacia occidente con ojos de deseo (no en vano Kuala Lumpur está situada en esa mitad progresista y liberal, muy enfocada a los negocios); y la costa este, en cambio, que está más anclada en las tradiciones y ve la política del gobierno de Kuala Lumpur con recelo, como si estuviesen vendiendo el alma malaya por un progreso de modelo occidental. Susana y yo cogimos un autobús que nos trasladó de la capital de la Malasia tradicional a la capital del país y estandarte de la nueva Malasia.

Kuala Lumpur es como cualquier ciudad europea en cuanto a trasiego y actividad de la gente, aunque tiene características que yo asocio a grandes ciudades asiáticas, como el desorden y dejadez urbanísticos y el caos circulatorio. Al contrario que en Kota Bharu, donde ver una mujer con el pañuelo recogido enseñando la forma de sus hombros es una visión extraña que denota cierta rebeldía, y la salida del colegio transforma las calles en un desfile de uniformes escolares acorde con la tradición musulmana, en Kuala Lumpur los niños siguen la moda de MTV y los adultos se preocupan por muchas cosas antes que por sus obligaciones religiosas, y todos frecuentas los nuevos templos del consumismo. Aquí llegamos a ver un centro comercial de nueve pisos, en el que había un parque de atracciones con una gran montaña rusa incluida, que pasaba literalmente por encima de los comercios.

Una vez resueltos los papeleos, dimos por finalizada nuestra visita relámpago a Kuala Lumpur. Comprar un billete de vuelta a Kota Bharu no fue fácil, ya que empezaban las vacaciones escolares, pero, después de preguntar en todas las compañías, encontramos una a la que todavía le quedaban billetes. Pronto entendimos por qué. A los 30 kilómetros el autobús, que desde que salimos tosía malamente, se paró y nos dejó tirados. Después de media hora, en la que nadie nos decía nada, decidí preguntar al chófer y esto pareció ser una buena idea, ya que 30 minutos después llegó otro autobús de la misma compañía en que quedaban dos sitios libres, y nos llamaron a Susana y a mí. El nuevo autobús también padecía algún tipo de ronquera, que con el tiempo evolucionó a catarro y más tarde a pulmonía aguda en estado comatoso. Fue entonces, en algún lugar de la red viaria malaya, cuando llegó la medianoche y ha comenzado el día de mi 31º cumpleaños. Esta vez no hablaba nadie inglés, pero mis intentos de comunicarme con el chófer han vuelto a dar buenos resultados, ya que una hora más tarde ha llegado un bus donde quedaban plazas libres, dos de las cuales nos han concedido. ¡Cuál ha sido nuestra sorpresa al descubrir que los ocupantes del primer autobús que nos había dejado tirados llenaban este tercer autobús y difícilmente podían contener la risa al recogernos! Lo más sorprendente de todo este incidente no ha sido que una compañía de autobuses pueda tener dos buses constipados, que coinciden en cruzarse en nuestro camino, sino la tranquilidad, casi pasividad, con la que se lo tomaban los pasajeros. Ninguno se quejaba lo más mínimo; de hecho, casi ni hablaban y sólo alguno ha bajado a fumar. Los pocos que he visto hablar con el conductor más parecía que le daban el pésame que recriminarle la falta de soluciones. Quizá ésta sea la característica que más me gusta del carácter malayo: la calma con la que se toman la vida.

I've turned 31 at the side of the road on a spoiled bus. We went to Kuala Lumpur for some urgent paperwork and, after the short visit, we took the bus back to Kota Bharu. Due to the school holidays, it wasn't eassy to get tickets, but we finally got two from a company that apparently doesn't service the buses very often. The first bus broke down after 30 km, and the new bus we got after 1 hour waiting also stopped working soon after. That's when midnight arrived and my 31st birthday started. The funny thing is that nobody complained at all to the driver, and waited silently for the saver bus to arrive. I like this layback attitude of malaysians.
Kuala Lumpur was a big contrast to the traditional Malaysia where we've been for the last couple of weeks. Women no longer covered their hairs so often and money and progress go first on the agendas, not religion and tradition like in the east coast.

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