jueves, 25 de mayo de 2006

Gua Musang: en el Far West

Gua Musang parece un pueblo del Oeste americano: una calle central sin aceras que sale perpendicular a unas vías de tren que bordean unas torres de caliza. La gente aparca sus coches como si fueran caballos: enfrente de las tiendas, que en su mayoría son de provisiones, como las que visitaban los cowboys antes de ir a las montañas. A diferencia de Kuala Lipis, este pueblo bullía de actividad: algunos desayunaban tranquilamente, otros hacían sus ingresos en el banco o completaban sus recados matutinos, pero daba la sensación de que en cualquier momento todo podía cambiar y unos forajidos enmascarados iban a irrumpir a lomos de sus motos a robar el banco, y todo el mundo se esfumaría, o que el autobús-diligencia iba a llegar con flechas clavadas y contando historias de ataques de indios. La mayor diferencia con el Lejano Oeste, es que en el estado de Kelantan, donde se encuentra el pueblo, gobierna el PAS, el partido islamista malayo, por lo que los hombres tenían que conformarse con beber un té en los bares mientras observaban el tráfico de gente en la calle, en vez de tomarse whiskies en el saloon. Lo cierto es que los únicos forasteros éramos nosotros, que llevábamos a la cintura nuestras cámaras llenas de municion, aunque, eso si, veníamos en son de paz.
En las guías pone que hay una cueva espectacular al otro lado de las vías, excavada en un farallón de caliza, así que, ya que estábamos allí, fuimos a verla. Después de una corta trepada llegamos a una cavidad donde habia muchos restos de reuniones adolescentes y pintadas de amor.

Después cogimos el tren para completar el frustado viaje del día anterior. Esta línea de tren cruza las montañas del centro de Malasia y es usado por los lugareños para moverse entre los pueblos. Es un viaje muy bonito, tanto por el paisaje exterior como por el interios, con gentes vestidas de todos los colores y llevando las mercancías mas variopintas; de hecho, es como un mercado rodante donde llegamos a ver vender hasta pollos ya troceados. Al llegar al pueblo donde estaba la escuela, el tren se tiñó de lila, color de los pañuelos del uniforme de las colegialas malayas, que después se bajaron ordenadamente al llegar a sus respectivos pueblos.

Siguiendo el curso del turbio río Kelantan, las montañas dieron paso a plantaciones de palma de aceite sobre colinas que más tarde se transformaron en llanos arrozales, según nos acercábamos a Kota Bharu. Mientras disfrutaba del viento que entraba por la puerta abierta del vagón, esta parte del norte de Malasia me trajo recuerdos de la época de vacaciones de verano, quizá porque coincidió que era la tarde y la gente se movía relajadamente en ciclomotor, como si volviesen de la playa; los niños jugaban aprovechando las últimas horas de luz y los mayores holgazaneaban en el porche de sus casas, que, al ser de madera, parecen chiringuitos, y todo ello bañado por las cálidas luces del sol del atardecer.

Gua Musang looked very much like a wild West village, a street with no pavement, running perpendicular to the railway tracks and a lot of provision shop like the ones frecuented by cowboys before going into the mountains.
The travel guide said that there were some beautiful caves opposite the train station but they happened tobe nothing but a big hole full of teenage gathering remains and love graffities.
The train to Kota Bharu was actually like a moving market, full of people with colorfull dresses, while we were crossing some beautiful scenery. First came mountains, then hills covered with oil palm plantations follow by paddyfields. This last strecht remainded me of summer holidays with kids playing, people moving about in motorcycles like coming back from the beach, others laying lazzilly on the porches of their hut-like houses and all of it tinted with the warm palette of the sunset.

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