miércoles, 20 de diciembre de 2006

Berlin: las cosas cambian

¿Cuánto crees que habrá cambiado Berlín?, ¿tendremos tiempo suficiente para volver a ver los lugares que tanto nos gustaron?, ¿y para comer en nuestros puestos de comida favoritos?
Ahora, después de casi tres años sin poner un pie en Berlín, nos atraía la idea de pasear por la ciudad y descubrir los muchos cambios que se habían producido durante nuestra estancia en Singapur. No veíamos la hora de que nuestro tren llegase a la nueva Estación Central, la primera de las nuevas sorpresas con la que nos íbamos a encontrar. Como tampoco veíamos el momento de abrazar a Lucia, Simone, Bea y Florence, amigos que empezaron su vida en Berlín casi a la par que nosotros y que todavía seguían allí, atados a un trabajo, un doctorado, una novia o simplemente a la capital que tanto engancha y de la que resulta muy difícil escapar. Aunque sabíamos que íbamos con prisa y que el tiempo era un lujo que no nos podíamos permitir, teníamos muy claro que queríamos pasar unos cuantos días de reposo y relax con nuestros amigos y los berlineses.

Aquí nos olvidamos completamente de mapas, dudas sobre cómo usar el transporte público, dificultades con el idioma, guías de viaje… ¡que fácil ha resultado volver a visitar Berlín! Ya lo habíamos hablado antes de llegar: queríamos conseguir unas bicicletas para movernos por la ciudad como lo habíamos hecho antes, con total libertad y disfrutando de todo el camino que teníamos que recorrer para llegar de un punto a otro. En Berlín mucha gente usa este medio de transporte, incluso para llevar a los niños al colegio, de compras o simplemente de paseo. La ciudad está muy bien preparada para ello y los coches respetan y tienen en cuenta a los ciclistas, que inundan las calles tanto en verano como en invierno con el aliciente de que aquí estás seguro de que se van a respetar los semáforos y que los conductores miran primero antes de salir de una calle perpendicular o de un aparcamiento, una gran diferencia con China, Vietnam o Tailandia. Nos dejaron tres bicicletas y nos pusimos en marcha.

Berlín tiene posibilidades que no se pueden encontrar en ningún otro lugar. Con un gran centro completamente vacío, dividiendo la ciudad en dos por culpa del tan tristemente conocido Muro de Berlín, que separaba no sólo terreno, sino también familias, amigos, historia, cultura y más. Desde su desaparición los berlineses, y otros que como nosotros hemos tenido la suerte de vivir aquí, hemos comprobado cómo se sucedían los concursos, las propuestas y las ideas para rellenar este gran hueco que de un día para otro dejó de ser la vergüenza de una terrible decisión política y pasó a convertirse en un gran negocio, donde prestigiosos hoteles, bancos y compañías privadas se peleaban por las mejores localizaciones cerca de la Puerta de Brandemburgo o en Postdamer Platz. Y éste fue uno de los primeros sitios que fuimos a visitar.

Lo que más nos impresionó fue el inmenso monumento a los judíos víctimas del holocausto, que tanta polémica ha generado incluso desde antes de mover la primera piedra para construírlo. Ahora es una de las atracciones más visitadas y comentadas por su originalidad y su significado. Lucía nos hizo de guía y nos enseñó el nuevo museo Bode, que actualmente alberga una gran exposición de esculturas y que no habíamos podido ver nunca porque llevaba seis años en rehabilitación. La gente hacía cola para entrar, mientras nosotros admirábamos sus relucientes paredes exteriores y Lucía nos explicaba cómo fue la inauguración y nos contagiaba de su entusiasmo por las nuevas obras y las rehabilitaciones que están teniendo lugar en la famosa Isla de los Museos. "Verás qué bonito están dejando Berlín" no dejaba de repetir, "aquí hay que volver por la noche porque cambia mucho" nos contaba emocionada.

Y es que visitar Berlín con Lucía fue una de las mejores ideas que tuvimos. Le gusta la ciudad, sabe de su historia, de casi todo lo que ocurre allí, y le gusta contarlo y explicarlo, y nosotros somos curiosos y nos gusta preguntar, el equipo ideal, el paseo perfecto.
Con Simone y Patricia tuvimos la sensación de volver a estar en una casa, preparar una buena cena, disfrutar de una sobremesa, ver alguna película tirados en el sofá. Bea nos contagió de su energía y se encargó de ponernos al día sobre los últimos lugares de marcha, los pubs y restaurantes de moda, y, aunque no nos apetecía demasiado visitarlos, nos gustaba oír hablar de ello. Le preguntábamos por sitios a los que habíamos ido hacía ya tres años y que ahora habían cerrado o dejado de ser tan concurridos. Y Florence nos agasajó con una estupenda cena y nos perdonó el llegar más de una hora tarde a su casa, me habló de mis antiguos compañeros de trabajo y hablamos de nuestros planes de futuro.

Hace tiempo tomamos la decisión de cambiar Berlín por Singapur, el alemán por el inglés, el frío por el calor. Fue una decisión que se tomó rápido y sin ninguna duda, porque Berlín nos tenia enganchados, enamorados, pero también agobiados y algo deprimidos. Es una ciudad que hay que experimentar y en la que cada cual debe encontrar su lugar. Nosotros no lo conseguimos del todo y llegamos a la conclusión de que lo mejor era irse, pero no por ello se nos han quitado las ganas de seguir visitándola, seguir maravillándonos con ella y de seguir recomendándola.

Al final, una vez más, nos faltó tiempo para hacer todo lo que queríamos, pero nos fuimos satisfechos y contentos de ver que Berlín sigue sin perder ese carácter que no hemos visto en ninguna otra gran ciudad, donde se entremezclan en perfecta armonía lo tradicional con lo moderno, lo alternativo con lo clasista, los monumentos antiguos con los graffiti que cambian un día sí y el otro también; una ciudad que bulle de actividad, llena de posibilidades, de formas muy distintas de ver la vida y donde todavía viven algunos de nuestros mejores amigos y a los que prometimos volver a visitar antes de que pasen otros tres años, total ahora sólo nos separan dos horas de avión, o 20 de tren.

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