miércoles, 31 de mayo de 2006

Pulau Perhentian: sueño hecho realidad

Hasta hace apenas dos meses no sabíamos nada de estas dos islas que se encuentran al norte de Malasia, cerca de la frontera con Tailandia, y en las últimas dos semanas no paramos de oír comentarios sobre ellas. La más pequeña, Pulau Kecil, es famosa entre los jóvenes mochileros, que ven en ella una buena oportunidad de disfrutar de la playa, sacarse el título de buceo y de tener fiestas nocturnas prácticamente todos los días. Nosotros, como lo de las fiestas ya no nos va mucho, decidimos ir a la grande, Pulau Besar, a una playa tranquila donde poder relajarnos y disfrutar de la arena bajo una palmera sin nada que hacer. Así que pasamos unos cuantos días en Teluk Dalam. Cuando llegamos nos encontramos más gente de la que esperábamos, pero luego nos enteramos de que habían empezado las vacaciones escolares y que esta playa es muy popular entre las familias malayas. A parte de zanganear, leer, disfrutar de la playa y saltar de roca en roca para visitar otras playas de la isla, también buceamos y vimos nuestro deseo hecho realidad.

En el "Templo del mar" nos vimos rodeados por cientos de peces de todos los tamaños y colores, era increíble tenerlos tan cerca y ver cómo no se asustaban. De vez en cuando nos encontramos con algún que otro banco de buceadores que desesperadamente intentaban mantener la flotación para no chocar con ningún coral. Pero el mejor buceo fue el del último día: después de media hora nadando entre increíbles corales, anémonas y peces-payaso, empezamos a desilusionarnos pensando que no íbamos a ver nada nuevo, y podéis imaginaros nuestra cara de alegría cuando nuestro instructor nos avisó que enfrente había una gran sombra y detrás de ella estaba la tortuga más grande y maravillosa que hemos visto nunca. La experiencia de poder nadar junto a ella y seguirla durante más de cinco minutos fue indescriptible, algo que vamos a recordar durante mucho, mucho tiempo. Nos dio incluso la oportunidad de tocarla, pero no quisimos molestarla. Nuestro sueño se cumplió y nuestras caras de alegría sólo eran comparables a la cara de nuestro instructor por ver tan felices a sus dos clientes.
Nos informaron que en Besar han abierto una reserva para la conservación de las tortugas; es una playa protegida, donde pueden poner los huevos sin peligro de que los vayan a vender en el mercado de Kota Bharu. También nos dijeron que es lo único que pueden hacer para protegerlas, ya que la prohibición de comercializar sus huevos no sirve de nada. Los pescadores de la zona alegan que ellos han estado recogiendo huevos de tortuga durante muchas generaciones, y ninguna prohibición puede cambiar eso. Lo cierto es que cada vez quedan menos y es mas difícil verlas, pero parece que poco a poco hay gente que se está concienciando sobre el problema y la reserva es un primer paso para mantener a las tortugas en el área. Esperemos que no sea demasiado tarde.
El día, que tan bonito había empezado, de repente cambió de cara y se tornó gris y oscuro, y casi sin aviso empezó a caer una tromba de agua, pero un poco de lluvia no pudo hacer que el día se estropease y, mientras Jaizki hacía fotos protegido con un paraguas, yo me uní a los chavales del pueblo para jugar un partido de voley-playa bajo la lluvia, seguido de un buen chapuzón en el mar para limpiarnos la arena. Se me había olvidado lo bien que sientan estas cosas, como si tuviese 16 años otra vez.

We didn't know about these two islands until two months ago. The small one, Pulau Kecil, is very popular among young backpackers, because of the beach, cheap diving courses and the promise of party almost every night. The bigger one, Pulau Besar, is suppossed to be more relaxing, and that is the one we choose for our stay, but due to the school holidays, there were many Malay families and it was quite crowded, but this didn't spoil the atmosphere.
There was nothing much to do there, apart from sunbathing, reading under the shade of the palm trees, swimming in the sea and, of course, diving. In the "Temple of the sea", we were surrounded by hundreds of colorful fishes, but the best dive was the last one: after 30 minutes diving through amazing corals, anemones and "Nemo"s, a shadow called our attention, and when we approached it transformed into a beautiful and big turtle. It was a great experience to swim with her and to enjoy her graceful moves. A dream came true.

domingo, 28 de mayo de 2006

Kuala Lumpur: una visita relámpago

Los 31 años me han llegado en la cuneta de una carretera malaya, dentro de un autobús averiado. Pero empecemos por el principio.
Estando en Kota Bharu nos enteramos de que teníamos que hacer unas gestiones urgentes en la embajada española en Kuala Lumpur, por lo que cogimos el autobús nocturno para llegar cuanto antes. Después de pasar un par de semanas por la Malasia profunda, el contraste no podía ser mayor; cuesta creer que sea el mismo país, aunque también es cierto que la mayoría de las capitales son muy diferentes de los países que presiden. Malasia podría dividirse en dos mitades muy diferentes: la costa oeste, que mira hacia occidente con ojos de deseo (no en vano Kuala Lumpur está situada en esa mitad progresista y liberal, muy enfocada a los negocios); y la costa este, en cambio, que está más anclada en las tradiciones y ve la política del gobierno de Kuala Lumpur con recelo, como si estuviesen vendiendo el alma malaya por un progreso de modelo occidental. Susana y yo cogimos un autobús que nos trasladó de la capital de la Malasia tradicional a la capital del país y estandarte de la nueva Malasia.

Kuala Lumpur es como cualquier ciudad europea en cuanto a trasiego y actividad de la gente, aunque tiene características que yo asocio a grandes ciudades asiáticas, como el desorden y dejadez urbanísticos y el caos circulatorio. Al contrario que en Kota Bharu, donde ver una mujer con el pañuelo recogido enseñando la forma de sus hombros es una visión extraña que denota cierta rebeldía, y la salida del colegio transforma las calles en un desfile de uniformes escolares acorde con la tradición musulmana, en Kuala Lumpur los niños siguen la moda de MTV y los adultos se preocupan por muchas cosas antes que por sus obligaciones religiosas, y todos frecuentas los nuevos templos del consumismo. Aquí llegamos a ver un centro comercial de nueve pisos, en el que había un parque de atracciones con una gran montaña rusa incluida, que pasaba literalmente por encima de los comercios.

Una vez resueltos los papeleos, dimos por finalizada nuestra visita relámpago a Kuala Lumpur. Comprar un billete de vuelta a Kota Bharu no fue fácil, ya que empezaban las vacaciones escolares, pero, después de preguntar en todas las compañías, encontramos una a la que todavía le quedaban billetes. Pronto entendimos por qué. A los 30 kilómetros el autobús, que desde que salimos tosía malamente, se paró y nos dejó tirados. Después de media hora, en la que nadie nos decía nada, decidí preguntar al chófer y esto pareció ser una buena idea, ya que 30 minutos después llegó otro autobús de la misma compañía en que quedaban dos sitios libres, y nos llamaron a Susana y a mí. El nuevo autobús también padecía algún tipo de ronquera, que con el tiempo evolucionó a catarro y más tarde a pulmonía aguda en estado comatoso. Fue entonces, en algún lugar de la red viaria malaya, cuando llegó la medianoche y ha comenzado el día de mi 31º cumpleaños. Esta vez no hablaba nadie inglés, pero mis intentos de comunicarme con el chófer han vuelto a dar buenos resultados, ya que una hora más tarde ha llegado un bus donde quedaban plazas libres, dos de las cuales nos han concedido. ¡Cuál ha sido nuestra sorpresa al descubrir que los ocupantes del primer autobús que nos había dejado tirados llenaban este tercer autobús y difícilmente podían contener la risa al recogernos! Lo más sorprendente de todo este incidente no ha sido que una compañía de autobuses pueda tener dos buses constipados, que coinciden en cruzarse en nuestro camino, sino la tranquilidad, casi pasividad, con la que se lo tomaban los pasajeros. Ninguno se quejaba lo más mínimo; de hecho, casi ni hablaban y sólo alguno ha bajado a fumar. Los pocos que he visto hablar con el conductor más parecía que le daban el pésame que recriminarle la falta de soluciones. Quizá ésta sea la característica que más me gusta del carácter malayo: la calma con la que se toman la vida.

I've turned 31 at the side of the road on a spoiled bus. We went to Kuala Lumpur for some urgent paperwork and, after the short visit, we took the bus back to Kota Bharu. Due to the school holidays, it wasn't eassy to get tickets, but we finally got two from a company that apparently doesn't service the buses very often. The first bus broke down after 30 km, and the new bus we got after 1 hour waiting also stopped working soon after. That's when midnight arrived and my 31st birthday started. The funny thing is that nobody complained at all to the driver, and waited silently for the saver bus to arrive. I like this layback attitude of malaysians.
Kuala Lumpur was a big contrast to the traditional Malaysia where we've been for the last couple of weeks. Women no longer covered their hairs so often and money and progress go first on the agendas, not religion and tradition like in the east coast.

sábado, 27 de mayo de 2006

Kota Bharu: bastión islámico

Por fin, por fin hemos llegado a nuestro ansiado destino: Kota Bharu, capital del estado de Kelantan y la zona más conservadora de Malasia. Como os comentó Jaizki, éste es el único estado donde el partido islamista (PAS) gana las elecciones al partido del gobierno (UMNO) y una de sus propuestas es instaurar la sharia o ley islámica, con poco éxito hasta el momento.

Es la primera ciudad que visitamos desde que salimos de Singapur, y las diferencias entre ella y los pequeños pueblos en los que hemos estado anteriormente son notorias: el tráfico, la gente, los edificios, el ruido, el número de restaurantes de comida rápida, el número de personas que preguntan si necesitamos un taxi, y el número de mochileros que están de paso.
Hasta esta mañana hemos estado tres días sin ver ningún turista, y ahora de repente nos encontramos inmersos en plena competición de los guesthouses para ver quién consigue más clientes. Por suerte no nos es difícil encontrar un lugar decente y barato.
Respecto a la comida, es muy fácil comer bien y barato en Malasia, y Kota Bharu no es una excepción, porque está lleno de "pasar malam", que son mercadillos que se montan a última hora de la tarde en la calle, donde se puede comprar de todo: ropa, relojes, zapatillas, pareos,... y comida, siempre hay comida, desde pollo frito o a la barbacoa, pasando por arroz frito o pescados al curry hasta apetitosos dulces e infinidad de frutas tropicales. La variedad es casi tan grande como nuestro apetito.
También visitamos el "pasar tani", o mercado de la mañana, donde se venden fruta y verdura frescas, pescado y carne. Los dependientes intentaban captar nuestra atención para que comprásemos algo, pero no teníamos ni utensilios ni lugar para cocinar, porque de lo contrario habríamos comprado de buena gana. Todo tenía una pinta estupenda. Nos llamó mucho la atención encontrar un par de puestos donde vendían huevos de tortuga. Por un lado, nos dio pena que estuviesen a la venta, pero por el otro, nos dio esperanzas: alguna de ellas la íbamos a ver en Pulau Perhentian.

Descubrimos que en Kota Bharu no hace falta usar reloj. Es fácil saber qué hora es siguiendo las pistas que nos da la ciudad. Sobre las 5 Kota Bharu se llena del repetitivo y frenético sonido de los miles de pájaros que salen a cazar insectos, y sobre las 7 se empieza a oír la llamada a rezar desde los minaretes. Era gracioso escucharlo en estéreo, ya que la ciudad tiene varias mezquitas y las oraciones parecían llegar de todas direcciones. Esta llamada nos sorprendió mientras cenábamos en el "pasar malam", que de repente se vació de gente y los televisores se apagaron. Por unos instantes todo se volvió muy tranquilo y hasta el ruido de los pájaros pareció atenuarse.


jueves, 25 de mayo de 2006

Gua Musang: en el Far West

Gua Musang parece un pueblo del Oeste americano: una calle central sin aceras que sale perpendicular a unas vías de tren que bordean unas torres de caliza. La gente aparca sus coches como si fueran caballos: enfrente de las tiendas, que en su mayoría son de provisiones, como las que visitaban los cowboys antes de ir a las montañas. A diferencia de Kuala Lipis, este pueblo bullía de actividad: algunos desayunaban tranquilamente, otros hacían sus ingresos en el banco o completaban sus recados matutinos, pero daba la sensación de que en cualquier momento todo podía cambiar y unos forajidos enmascarados iban a irrumpir a lomos de sus motos a robar el banco, y todo el mundo se esfumaría, o que el autobús-diligencia iba a llegar con flechas clavadas y contando historias de ataques de indios. La mayor diferencia con el Lejano Oeste, es que en el estado de Kelantan, donde se encuentra el pueblo, gobierna el PAS, el partido islamista malayo, por lo que los hombres tenían que conformarse con beber un té en los bares mientras observaban el tráfico de gente en la calle, en vez de tomarse whiskies en el saloon. Lo cierto es que los únicos forasteros éramos nosotros, que llevábamos a la cintura nuestras cámaras llenas de municion, aunque, eso si, veníamos en son de paz.
En las guías pone que hay una cueva espectacular al otro lado de las vías, excavada en un farallón de caliza, así que, ya que estábamos allí, fuimos a verla. Después de una corta trepada llegamos a una cavidad donde habia muchos restos de reuniones adolescentes y pintadas de amor.

Después cogimos el tren para completar el frustado viaje del día anterior. Esta línea de tren cruza las montañas del centro de Malasia y es usado por los lugareños para moverse entre los pueblos. Es un viaje muy bonito, tanto por el paisaje exterior como por el interios, con gentes vestidas de todos los colores y llevando las mercancías mas variopintas; de hecho, es como un mercado rodante donde llegamos a ver vender hasta pollos ya troceados. Al llegar al pueblo donde estaba la escuela, el tren se tiñó de lila, color de los pañuelos del uniforme de las colegialas malayas, que después se bajaron ordenadamente al llegar a sus respectivos pueblos.

Siguiendo el curso del turbio río Kelantan, las montañas dieron paso a plantaciones de palma de aceite sobre colinas que más tarde se transformaron en llanos arrozales, según nos acercábamos a Kota Bharu. Mientras disfrutaba del viento que entraba por la puerta abierta del vagón, esta parte del norte de Malasia me trajo recuerdos de la época de vacaciones de verano, quizá porque coincidió que era la tarde y la gente se movía relajadamente en ciclomotor, como si volviesen de la playa; los niños jugaban aprovechando las últimas horas de luz y los mayores holgazaneaban en el porche de sus casas, que, al ser de madera, parecen chiringuitos, y todo ello bañado por las cálidas luces del sol del atardecer.

Gua Musang looked very much like a wild West village, a street with no pavement, running perpendicular to the railway tracks and a lot of provision shop like the ones frecuented by cowboys before going into the mountains.
The travel guide said that there were some beautiful caves opposite the train station but they happened tobe nothing but a big hole full of teenage gathering remains and love graffities.
The train to Kota Bharu was actually like a moving market, full of people with colorfull dresses, while we were crossing some beautiful scenery. First came mountains, then hills covered with oil palm plantations follow by paddyfields. This last strecht remainded me of summer holidays with kids playing, people moving about in motorcycles like coming back from the beach, others laying lazzilly on the porches of their hut-like houses and all of it tinted with the warm palette of the sunset.

martes, 23 de mayo de 2006

Parados en mitad de la nada

Llevamos más de dos horas parados en algún lugar entre Kuala Lipis y Gua Musang, en algún punto al norte de Malasia. Hace mucho que hemos perdido las esperanzas de llegar a tiempo a dormir a Kota Bharu, nuestra siguiente parada. El tren se ha detenido y no parece que puedan ponerlo en marcha de nuevo. Al parecer estamos esperando a otra máquina que sea capaz de remolcarnos hasta las siguientes paradas. Somos los únicos extranjeros en el tren y aquí nadie habla bien inglés, pero poco a poco conseguimos enterarnos de lo que ocurre. Las noticias que nos llegan son inciertas y confusas: unos dicen que la máquina llegará a las 7, otros que a las 8, y los más pesimistas que hasta las 9 nada de nada. Lo único cierto es que llevamos desde las 3:30 parados y la gente ha empezado a bajarse del tren y a caminar por las vías hasta el siguiente pueblo.

Nos lo estamos tomando con filosofía: leyendo, escribiendo y hablando con el resto de los pasajeros en un inglés muy básico. Los hombres se han ido al vagón-restaurante a beber algo mientras se fuman unos cigarros, y las mujeres se han quedado en el vagón con los niños, que ya empiezan a cansarse de tanta espera. Aquí nadie protesta ni se dice una palabra más alta que otra. La locomotora se ha roto y no hay mucho que se pueda hacer, salvo esperar.

Ya son tres horas las que llevamos sin movernos, y otra familia se acaba de bajar del tren y se lleva a cuestas un par de pesadas cajas y un gran saco de arroz. Las únicas personas que están disfrutando de esta avería son dos mujeres mayores que se dedican a vender por el tren frutas, cacahuetes y garbanzos cocidos. Hoy es un buen día para el negocio.

Jaizki parece que también está aprovechando el problema, y se ha ido a la locomotora a enterarse qué sucede, y de paso a sacar fotos, y, por lo que está tardando en volver, debe estar haciendo todo un reportaje... Mientras, yo sigo intentando encontrar una nueva posición en la que sentirme cómoda en este duro asiento. Nos hemos tenido que cambiar de vagón porque en el anterior se colaba todo el humo de la locomotora, y en este otro sólo quedan libres los asientos duros, y, despues de tres horas, puedo asegurar que son realmente incómodos.

Miro el reloj de nuevo: otra hora más aquí parados. Jaizki acaba de aparecer por la puerta del vagón con el pulgar apuntando hacia arriba y una sonrisa en la cara. Sólo pueden ser buenas noticias: la locomotora ha llegado y nos informan de que todo ha sido por culpa de una avería eléctrica. Nosotros decidimos quedarnos a medio camino, en Gua Musang, para darnos una ducha, tomar una buena cena y descansar durante la noche, para poder continuar el viaje hasta Kota Bharu. Todavía nos separan de nuestro destino cinco horas de tren.

domingo, 21 de mayo de 2006

Kuala Lipis: el pueblo dormido

¿Sabéis cuál es la película preferida de los Orang Asli? "Los dioses deben estar locos". Eso es lo que nos dijo un hombre que se relaciona con ellos. Los Orang Asli, "hombres originales" en malayo, son los aborígenes de estas tierras, y en Taman Negara todavía viven de la caza y de la recolección en lugares recónditos de la selva. Para los que os lo hayáis preguntado, sí: Orang-utan también es una palabra malaya y significa "hombre del bosque".
Después de despotricar un rato contra Estados Unidos y la "anglobalización", como la llamaba él, nos contó también que hoy en día los Asli tienen móvil pero no tienen electricidad, así que andan hasta dos días para ir al pueblo más cercano a que les carguen la batería. Además, la cobertura no es muy buena en el interior de la selva y cuando quieren hablar tienen que subir a un monte, pero, tales son las ganas de comunicarse, que les da igual. Las mismas ganas de comunicarse que tenía un periodista retirado que nos encontramos en la estación de Jerantut y que no desperdició la ocasión de reutilizar el inglés que aprendió en tiempos coloniales y le sirvió para ser corresponsal en Europa. Se quejaba de que los pueblos se están quedando vacíos, ya que los hijos se llevan a sus padres a las ciudades a las que ellos emigraron en busca de trabajo, y que ya no tiene con quién hablar. Al contarle nuestros planes de ir a Kuala Lipis nos dijo: "No está mal, pero a partir de las 2 de la tarde esta muerto". Quizá debimos haber confiado en la veracidad de sus palabras, por su bagaje profesional, pero no lo hicimos.
Kuala Lipis fue la capital de un protectorado inglés y, por lo tanto, uno de los pueblos más prósperos de la zona, con estación de tren, gran mezquita y colonia china (que en Asia son los que llevan los negocios), pero todo ello acabó con la II Guerra Mundial y el cambio de capitalidad del estado a Kuantan.
Nosotros llegamos a las 15:30, y efectivamente estaba muerto. La mayoría de las tiendas estaban cerradas y las que quedaban abiertas estaban vacías, al igual que las dos calles que tenía el pueblo, donde apenas pasaban coches. Los pueblos malayos se animan mucho por las tardes, en cuanto el calor remite un poco, pero éste no lo hizo. Podría ser peor -pensamos-, podría llover. Y así fue, llovió.


Nuestra desesperada búsqueda de vida nos llevó a seguir el ruido de unas fichas escaleras arriba en un edificio y allí vimos lo que hacía parte de la comunidad china: jugar al "mah-jong" y apostar. Pero ¿dónde estaban los malayos? Pues los que no estaban en casa estaban en la mezquita atendiendo la llamada del muecín.
Kuala Lipis resultó ser un pueblo en decadencia, donde el único acontecimiento del día parece ser la llegada del tren, cuando algún turista despistado decide ver con sus propios ojos lo lento que puede llegar a pasar el tiempo.



viernes, 19 de mayo de 2006

Taman Negara: a través de la selva


Al cruzar por última vez el puente que une Singapur y Malasia, tuvimos sentimientos encontrados. La alegría que sentíamos al empezar por fin este viaje planeado hace tanto tiempo no conseguía mitigar la tristeza por dejar Singapur por última vez, aunque el hecho de viajar con tres amigos que nos iban a acompañar durante la primera etapa nos lo hizo mas fácil.
El tren que cogimos tenía la ventaja de que las puertas no se cerraban, lo que nos dio la oportunidad de colgarnos y disfrutar de la velocidad del tren al sentir el viento golpeando nuestras caras mientras anochecía. Una vez en la estación de Jerantut y después de dos horas de retraso, conseguimos dos ofertas para llegar a Kuala Tahan (acceso al parque nacional de Taman Negara): una furgoneta por 50 euros o un coche de los ochenta destartalado por 20 euros. Sobra decir que elegimos el segundo, donde nos metimos los cinco con nuestras mochilas. Lo que nuestro conductor ni nosotros sabíamos era que, por culpa de los camiones que transportan árboles para la industria maderera, la carretera estaba llena de grandes baches. No pudimos esquivar uno de ellos y una de las ruedas traseras se reventó. Eran las diez de la noche, estábamos a 10 kilometros de Kuala Tahan y no teníamos rueda de repuesto.
Nos dimos cuenta de la salud mental del conductor cuando nos propuso continuar con la rueda reventada, pero tuvimos la suerte de que parara un 4x4 nuevo, que nos llevó hasta nuestro destino. El loco conductor de la carraca se despidió de nosotros convencido de conducir los 50 kilometros de vuelta. Ignoramos si tuvo éxito.

Taman Negara es la selva mas antigua del mundo, la joya ecológica de Malasia. En su vasta extensión, que cubre parte de tres estados malayos, se pueden encontrar innumerables especies animales, como tigres, elefantes, tapires, leopardos e insectos de todos los colores, formas y tamaños. El parque contiene varias cabañas escondidas en medio de la selva, desde donde las posibilidades de ver animales salvajes durante la noche son mayores. Nosotros pasamos una noche en una de ellas con tan mala suerte que sólo vimos un gran jibón blanco y una rata, a la que Susana sorprendió intentando llevarse nuestra comida. El no ver animales se vio recompensado por el concierto de sonidos que tuvimos durante toda la noche. Fue una experiencia única el poder disfrutar del ruido de la selva.
A la mañana siguiente iniciamos la caminata de 11 kilometros que nos separaba del mundo civilizado por caminos a través de la densa selva, donde las sanguijuelas nos esperaban. Estos repugnantes animalejos nos tendieron emboscadas durante más de seis horas, sirviéndose bloody mary-s a nuestra costa.

El camino fue un continuo subir y bajar, cruzando arroyos, saltando troncos caídos en medio del camino y esquivando punzantes plantas tropicales, a 30 grados y 90% de humedad, por esa esponja verde donde rara vez se ve el cielo, que es la selva.

En cuanto nos recuperamos de las agujetas, nos dirigiremos a nuestra próxima parada: Kuala Lipis

miércoles, 17 de mayo de 2006

Terminando los preparativos

Los preparativos del viaje empezaron hace un par de meses, cuando nos pusimos las primeras vacunas recomendadas para las zonas tropicales que íbamos a visitar.

Algunos de estos lugares son agrícolas y están poco desarrollados y muchas veces rodeados de selva, por lo que la probabilidad de contraer enfermedades exóticas (como la fiebre tifoidea, encefalitis japonesa o malaria) es relativamente alta. Aún así, las vacunas no nos protegen al 100%, por lo que llevamos todo un arsenal de repelentes para mosquitos, transmisores de esas enfermedades.
Otro paso importante antes de marcharnos de SIngapur era mandar nuestras pertenecias de vuelta a casa, que seguirán un camino diferente al nuestro, ellas por mar, y llegarán meses antes que nosotros.

martes, 16 de mayo de 2006

La partida

Al devolver a su dueña la llave del piso alquilado, me he dado cuenta de que me marcho de Singapur. Las últimas dos semanas han sido una locura: terminar informes en el trabajo, preparar la mudanza, compras de última hora, despedirse de los amigos, hacer los preparativos para la vuelta..., he estado tan liada que no he tenido ni un segundo para pensar en que volvemos a casa.

La sensación que he tenido cuando nos hemos cargado las mochilas al hombro y la dueña del piso ha cerrado la puerta a nuestra espalda, ha sido una mezcla de miedo, cansancio, tristeza y alegría: miedo por la incertidumbre de lo que vamos a vivir durante los próximos meses, cansancio al relajarme y ver que ya está todo terminado, tristeza por dejar la ciudad que tan bien nos ha acogido durante los últimos años, y alegría por volver después de tanto tiempo a nuestra casa y con nuestra familia que nos espera.

¡Qué poco me imaginaba yo que la decisión que tomé hace seis años de comprar un billete de avión a Berlín para seis meses me iba a llevar a estar tanto tiempo lejos de mi gente y a conocer un montón de países y culturas tan diferentes. En Berlín terminé mi proyecto de fin de carrera y allí fue donde tuve mi primera oportunidad laboral, pero, cuando a los tres años me ofrecieron un puesto de trabajo en Singapur, lo acepté.




Mientras, Jaizki en Berlín dudaba entre dejar su doctorado en bioquímica o dedicarse a la fotografía. Cuando finalmente optó por lo segundo, se mudó a Singapur conmigo, dispuesto a aprender todo lo posible, para lo que realizó varios talleres fotográficos y trabajó asistiendo a fotógrafos, así como haciendo algún trabajo freelance y proyectos personales.

Después de dos años y medio hemos tomado la decisión de regresar, pero de una manera diferente, haciendo un viaje especial. La idea del viaje se nos ocurrió cuando…, bueno esto mejor os lo cuenta Jaizki, porque la idea fue suya.

Desde pequeño los aeropuertos me han parecido unos sitios muy extraños, tan modernos y relucientes, inmaculados, escaparates de las ciudades a las que dan servicio, con toda esa gente tan dispar que come y pasea junta durante un tiempo y en pocas horas se va a encontrar a distancias que hace no mucho parecían insalvables. El hecho de estar tomando un café con alguien en París y doce horas después poder estar en dos extremos del mundo opuestos es algo que siempre me ha cautivado.

Pero supongo que con la edad me empezó a atraer más el pensar en toda la tierra que se queda por medio en esos largos vuelos; y fue, mientras intentaba dormir en un vuelo de vuelta de Singapur, cuando, mirando por la ventanilla del avión, vi el desierto que separa Pakistán de Afganistán mientras atardecía. Fue una visión maravillosa de un sitio al que siempre he querido viajar. Era la vez que más cerca de allí había estado y a pesar de todo me sentía tan lejos, como si lo viese a través de un monitor, sólo mis ojos podían alcanzarlo. Pero allí estaba, 10.000 pies más abajo, casi al alcance de mis manos, y yo estaba metido en un puente metálico que une dos orillas de un río en el que no se pueden ver los peces.
Fue allí donde se me ocurrió que sería interesante hacer parte de la vuelta por tierra, disfrutando de todo lo que nos separa: gente, cultura, paisaje, comida, idioma… A Susana también le gustó la idea, así que pensamos ir a China una temporada y allí coger el Transiberiano hasta Moscú para volar luego a Vitoria; pero, buscando información sobre dicho tren, descubrimos que, exceptuando un par de tramos en Camboya, Vitoria y Singapur están unidos por vías férreas.


En esta era en la que el tiempo es lo más valioso, todos optamos por el avión para desplazarnos largas distancias, y el tren ha pasado a un segundo plano, convirtiéndose en un medio de transporte más romántico, nostálgico casi, seguro y constante, apto para viajar a otro ritmo, donde lo importante no es llegar rápido sino disfrutar del trayecto. Por otro lado, nos daría la posibilidad de convivir con la gente local, por lo que la opción de volver a casa en tren nos fascinó.
¿Quién no se ha quedado embobado admirando el ritmo de los postes eléctricos al pasar, acompañando al ruido de las ruedas golpeando los raíles en una repetitiva sinfonía? Además es espacioso y cómodo, ya que puedes pasear para estirar las piernas o tomarte algo en el vagón-restaurante, y el hecho de estar sentado cara a cara frente a otros pasajeros invita a la conversación. ¿Y qué decir de las estaciones de tren: los aeropuertos del pasado? Algunas son cumbres arquitectónicas de su momento, donde la gente va y viene sin parar, y otras no pasan de ser pequeñas casitas a la vera de unas vías, con algún banco y un reloj, donde parece que el tiempo se ha detenido.

-“Se te olvida decirles lo del blog.”

-“Creo que yo ya me he enrollado mucho, mejor dilo tú, Susana”

Siempre que volvíamos de algún viaje o algunas cortas vacaciones, lo hacíamos con la cámara a rebosar y nuevas experiencias vividas, que teníamos unas ganas terribles de compartir, por lo que hace un año empezamos a escribir un
blog para nuestras familias y amigos, contándoles todas las cosas nuevas que descubríamos en Asia. La envergadura de este viaje nos pareció que podría resultar interesante a un mayor número de personas, y así surgió Pasajeros al tren. Este blog pretende ser un diario de nuestra vuelta a casa, en el que os intentaremos transmitir nuestras impresiones de los lugares que visitamos, mediante las fotografías, haciéndoos partícipes de nuestra aventura. También nos gustaría que fuese un foro, donde nos diésemos consejos mutuamente y todos expusiésemos nuestras ideas y preguntas sobre viajar, la gente y sus culturas.



Así que estáis todos invitados, PASAJEROS AL TREN!



After more than two years living in Singapore, we have decided to leave and go back home, where our families and many of our friends are waiting for us.

It has been a great experience being in Asia, not only professionally but personally also. We feel very fortunate for the opportunity we had to meet so many nice people from the other side of the world who really know how to make a friend feel at home.

Thanks you very much once again for making our time in Asia so unforgettable. Let us appreciate further your friendship and helpby sharing with all of you our experiences and photographs during our six months train journey.

Welcome to our blog, COME ON BOARD!

lunes, 15 de mayo de 2006

La idea de volver despacio

Después de casi seis años viviendo fuera de casa, creemos que nos ha llegado el momento de regresar y empezar a construír una nueva vida cerca de nuestra gente y nuestra cultura. Decidimos hacerlo gradualmente y se nos ocurrió que, en vez de volver en avión en 16 horas, podíamos volver en tren en 6 meses. La idea de volver por tierra y cruzar todo el supercontinente eurasiático de punta a punta es atractiva en sí misma pero aún lo es más el hacerlo en tren: despacio, disfrutando cada rincón.
En una sociedad que va tan rápido y que además acelera cada vez más, no es difícil sentirse superado por la situación que nosotros mismos creamos, y nos olvidamos de los pequeños detalles, no como un respiro temporal sino como forma de vida. El hecho de viajar se considera como un escape esporádico y veloz, hace que todos los países que quedan entre el de origen y el visitado no sean más que nombres en un mapa, quizás planes para un futuro viaje. Particularmente, al viajar largas distancias en avión perdemos totalmente referencias sobre la dimensión del mundo, sobre todo lo que queda bajo la estela del avión, y por lo tanto, no somos capaces de entender la cultura que visitamos, quedando reducida a meros estereotipos.
Por el contrario, en tren cada kilómetro se hace cruzando poco a poco la tierra que visitamos junto con sus habitantes, compartiendo con ellos miradas, conversaciones, experiencias, viviendo con ellos, en definitiva (por tramos, eso sí). Aunque suena contradictorio, al acercarnos a la tierra ganamos perspectiva y así podemos entender mejor las diferentes culturas y las transiciones entre ellas, aprendiendo a cada paso, consiguiendo una comprensión más profunda del ser humano, del mundo y de la vida.